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Museo

¿Y si rescatamos la historia del Perú del agua… y del olvido?

La historia de Lambayeque está a punto de desaparecer ahogada en un mar de lodo. “¡Podemos superarlo! ¡Evangelina lo logró!” Sí, saldremos adelante, lo hemos hecho antes. Pero, no todo podrá emerger del agua en perfectas condiciones como esta valiente mujer. Los símbolos arqueológicos, no podrán.

El Niño Costero, a diferencia de los impredecibles terremotos, avisó hace varios años que estaba por venir. Destruyó todo en 1997, y produjo una tragedia arqueológica que, supuestamente, tres décadas después, seríamos capaces de resistir. No ha sido así.

Ya desde el 2015 los medios de comunicación – como La República –, informaban que, de los más de 15 mil centros arqueológicos en Lambayeque, el Ministerio de Cultura solo había reforzado veintiocho, ante la falta de presupuesto destinado a la prevención de desastres naturales.  Fueron 7 millones de soles los utilizados, que hoy se ha comprobado, no resultaron suficientes para frenar la inclemencia del rio La Leche.

Así nos encontró el 2017. Las inundaciones y huaicos, además de dejar miles de damnificados, han producido fisuras, excesiva humedad en muros, y acumulación de lodo y agua en los monumentos arqueológicos.

Los ministerios de Cultura, y Comercio Exterior y Turismo, se han comprometido a ejercer obras de rehabilitación lo más pronto posible. Incluso, el titular del Mincetur, Eduardo Ferreyros, catalogó el desastre como “una oportunidad para repotenciar el circuito turístico de la zona”.

Efectivamente, algunos dicen que las crisis son en realidad ocasiones para mejorar. Pero, ¿esto es válido cuando se trata de la esencia cultural de los pueblos? No. En este caso, la recuperación no puede superar a la prevención. Por ello, señor ministro, como humilde ciudadana peruana, valoraría mucho más unas disculpas y compromiso a mejorar la previsión, que un discurso con promesas poco probables para ganar popularidad.

Los centros arqueológicos de Lambayeque ya han sido afectados, varios de ellos no podrán recuperarse pese al trabajo de especialistas. La historia es tan frágil como un vaso de cerámica. Una vez roto, ¿queda igual al ser pegado?

Roguemos pues, que en treinta años más, el presupuesto de prevención llegue a tiempo, que el ministro de época no busque excusas disfrazadas de reflexiones para justificar su falta de acción, y no esperemos a probar la fuerza destructora de la naturaleza, que ya ha demostrado, no tener clemencia con aquellos que la subestiman.

El patrimonio cultural es la conexión que vincula a la gente con su historia, con su pasado, con sus raíces, es la fuente vital que constituye la identidad de un pueblo, y definitivamente, merece el cuidado de quienes tienen el enorme orgullo de poseerlo.

ROSA NOBLECILLA ALBURQUEQUE

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